lunes, 7 de junio de 2010

Sábado (ya no se ni que día es)

Antes de que suene la alarma ya estoy despierto. El albergue de Astorga está muy bien, pero no deja de ser público y hay más gente que en la guerra, por lo que no es necesario poner ninguna alarma. A las 7.30 estamos todo el mundo fuera.
Al final se hace pesado y todo lo de preparar las alforjas. Es lo que tiene comprarlas baratas. Si algún día os lo pensáis, coger algo bueno y que sea fácil su desmontaje y montaje; si no es un coñazo. Daros cuenta que cada vez que lleguéis a un albergue lo tenéis que desmontar por completo para a la mañana siguiente volver a montarlo.
Empezamos a seguir las flechas amarillas. El ambiente está fresco como cada mañana, pero el señor Lorenzo apunta maneras. A los pocos metros empezamos de despedidas: los llamados "Italiani" avisan que irán por la ruta de la carretera y además irán más lejos que nosotros, pues sus planes son llegar a Santiago como muy tarde el martes. Aquí parecen separarse los caminos. Quedamos Elena y yo, que por cierto, su nombre en italiano a pronuncia acentuando la primera letra. Como es normal, la soledad no existe en el camino, y a los pocos metros, antes de abandonar la ciudad se nos une Javier, Maño de pro.
Por cierto, que se me olvidaba, vaya la que nos ha liado la italiana... Había perdido la cámara de fotos, y como se ha demostrado cuando hemos llegado al destino, no había sido así... Áins...
Que duro el inicio... Viendo la cosa inaguantable, en el primer pueblo que pasamos paramos a desayunar algo Light: yo un bocadillo de Bacon con una Coca-cola. Joér! Necesito combustible!
Después de este improvisado descanso, tomamos el camino con mucha pereza y arrastrando la acumulación de kilómetros de ayer en las piernas, máxime sabiendo que hoy el perfil de la etapa es cuando menos complicado: tenemos que superar aprox. 600 metros de desnivel.
Con calma vamos subiendo desde primer momento muy tendido, pero cuesta, como no.
Llegamos a Rabanal del Camino, sitio al cual tengo especial cariño por ser el pueblo de mi amiga Ana. Por supuesto, me hago la foto que habría visto paral, principalmente, enviársela a ella. Como digo, empieza la fiesta. Ascenso duro por la carretera, pero Javier y yo queremos darle una vuelta de tuerca: Elena sube por la carretera y nosotros haciendo el cabra por el camino. Rampas duras y algunos sitios (aunque pocos) realmente complicados. Sólo echamos pie a tierra un par de veces: en una trocha llenita de barro y en un sitio con tierra suelta. Al final sale bien y no parece tan duro por el camino como lo pintan.
Empieza a haber bastante gente en esta etapa, y es necesario ir dando voces de ¡buen camino! Para advertir a los peregrinos de nuestra presencia, así podemos casi mantener nuestra velocidad en las bajadas, y simplemente subir en las rampas duras. La verdad es que es cachondo ver a algunos grupos moverse al escuchar que llegamos. Es como el juego de las sillas musicales: estén donde estén, todos se mueven cruzandose sin sentido alguno. En fin, que me desvío del tema, que estábamos subiendo a La Cruz de Ferro, como nos lo hemos tomado con relativa tranquilidad, no se hace demasiado duro. Subida muy chula, la verdad. Lo que es realmente fuerte es lo de Elena. Con su "trozo de hierro" (que ahora explicaré), por la carretera, llega prácticamente a la vez que nosotros, con grupo de otros ciclistas ya conocidos. Ahora quiero contar lo de la bici de Elena. Yo vengo con mi Scott "dabuten", aluminio ligeritá, 9 coronas, loping de vértigo, etc, etc, y aquí la amiga trae un trasto (espero me perdone), que por lo que pesa incluso ella dice que es de hierro pero macizo, con 6 coronas, y siendo el desarrollo más grande, como el mío, pero con el plato mediano, fli-pas. Si, si, y llegará, pero ya le ha dicho el maño que la bici mejor después de terminar, la tire...
Después de disfrutar un ratito de los 1.500 metros de altura, hay que pensar en seguir con la bajada, que es lo que mola de la subida. Dudas de por donde hacerlo: por la carretera, o por el camino. Toda la gente dice que mejor por el asfalto, puesto que el camino más que eso es en algunos sitios senda escarpada, y con mucha piedra. Tirando de cordura, se elige la carretera, pero... Yo no. Tengo que probar. Quedamos en un pueblo a unos 10 kilómetros de la cima, y empiezo el despeño. ¿peligroso? Bueno, en algún tramo algo, pero nada del otro mundo. ¡Vaya si pillo esta bajada sin alforjas! Sin con ellas me la he disfrutado, incluso levantando el vuelo. La gente que he pasado se echaba las manos a la cabeza, ¡JAJAJAJAJA¡. No ha sido para tanto, de verdad. El caso es que llegando donde habíamos quedado, continuamos un poco el descenso por la carretera, hasta el pueblecito que hay abajo que no me acuerdo de cómo se llama. Paramos a repostar unas cervecitas, con un poquito de tortilla de patatas "para mojar". La cosa ya se ve de otra manera. Anda, que Javier, el mano, se lo está pasando poco bien con nosotros. Resulta que salió desde su casa en bici, con compañía, pero que iban "destripaos". Claro, ya le he dicho que a costa de equivocarme, para mí El Camino es esto, no ir de carreras, y claro, para el también.
Total, que hacemos según mis cuentas 55 kilómetros llegando a Ponferrada. No parecen muchos, pero después de la tirada del día anterior, sólo podemos pensar en descansar. Pillamos asilo en el primer albergue que es público, en muy buenas condiciones, y que encima no cobran, sólo la voluntad. Tarde típica: colada, pequeño descanso, cañas, cena y a dormir. Espera, espera, que me acabo de acordar de la cena. ¡Como me puse por 10 leuros! Judías con almejas de primero, para ir entonando el cuerpo, y de segundo algo suave, huevos fritos con chorizo y patatas, con su correspondiente vinito. ¿estaba bueno, eh, Javier?

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