jueves, 3 de junio de 2010

Día 4 (2 de junio)

Como decía alguien por ahí, si algo es susceptible de empeorar, empeorará. Pero cierto es que no tiene nada que ver con esto, por lo que trataré de hacer la crónica como los otros días sin más. Sólo era un pensamiento.
Ayer, día 1 de junio era el cumpleaños de mi sobrino Jesús. Como no podía ser de otra manera, se me pasó (al igual que hoy otra cosa). El día que se puedan hacer ampliaciones de memoria en el cerebro, me pido ser conejillo de indias a ver si se me arregla algo.
La noche como no podía ser de otra manera, fue tranquila. Por la tarde me di una vuelta por el pueblo de Belorado a parte de para hacer turismo, para intentar buscar una tienda donde poder comprar algo para cenar y para el desayuno del día siguiente, pero no encontré nada. Tampoco pregunté, vamos, que casi lo hice por cumplir a sabiendas de que en el albergue tenían algunas cosillas. Después de una vuelta rapidilla, cogí lo necesario y me hice un bocadillo que me zampé en la terraza, abrigado eso sí, porque refrescó el ambiente una barbaridad. Incluso parecía que iba a llover.

A las 6.15 toca diana la blackberry. No sin esfuerzo me levanto con el careto de sueño que habéis podido ver. Aunque no lo parezca, he descansado mucho, pero también es verdad que necesitaba más. Con una perrería en el cuerpo "que pa que", después de picar algo y montar las alforjaa, arranco con buenos dolores de piernas. Mal asunto. Además el inicio de la etapa pica hacia arriba: la ascensión de 60 metros en los primeros 5 kilómetros hacen pensar en un día más duro de lo esperado.
Alrededor del kilómetro 12 (más o menos) llego a Villafranca, base de una subida que según me han contado es bastante dura. No me veo con muchas fuerzas. Paro en un bar para tomarme un café, ya no se si por necesidad o sólo intentando eludir lo que se me biene encima. Ala! Para arriba! Primera rampa dura en el pueblo, al lado de la iglesia: pasable. Después cuando arranca el camino, oír a tierra, que no he venido aquí a perder los dientes. Es una trocha con aproximadamente un 25 por ciento de desnivel, con piedras sueltas por donde incluso cuesta ir a pie. Pasados unos metros, seguimos con la ascensión pero ya con camino transitable. Por suerte las sensaciones mejoran.
Una vez pasada esta tachuela, vienen tramos muy asequibles y rápidos. Tanto que en un momento, si no hubiera sido por unos peregrinos que empezaron a darme voces avisandome, me habría equivocado de camino (si lo que digo yo de la cabeza).
Pedaleando no sin esfuerzo llego a Atapuerca, yacimiento arqueológico importantísimo e inicio de otro cuestón de la leche... Tras dos descansos de ir a pie en sendos tramos de pedregal, corono. Allí me encuentro a un ciclista sin pinta de peregrino, pero si con pinta de buen tío. Entablamos conversación, y bajamos juntos hasta Burgos, donde me hace de guía para cruzar esta extensa ciudad. Es aquí cuando se tercia la posibilidad de tomar un tentempié en algún sitio recomendado por el amigo Roberto, que así se llama. Que cosas tiene el Camino, de verdad... Paramos en un bar bien conocido por el, donde pedimos unas cañitas con limón para ir abriendo boca. Echo un vistazo a la vitrina y veo entre otras "delicatesen", callos... Madre mía!!! Increíbles han estado. Roberto, ya estás publicando el nombre y la dirección del bar, pues debe de ser sitio obligado de peregrinación para cualquiera que pase por tu ciudad. Encima va el tío y me invita... Gracias, Roberto. Encantado de haberte conocido y haber echado tan buen rato. También ha hecho las veces de guía turístico de excepción, ayudándome a cruzar toda la ciudad, que es más larga que un día sin pan. Finalmente, nos despedimos por la zona del Campus Universitario, donde el vuelve para su casa, y yo retomo mis obligaciones. Nuestros caminos se separan, pero nunca dejarán de estar unidos.
Al abandonar esta ciudad monumental, las sensaciones no son nada buenas: pesa el cuadriceps, y no os quiero decir nada de "las posaderas" (ya no se si el culo es mío o del vecino).
El caso que poco a poco, como el que no quiere la cosa, voy cogiendo ritmo a la vez que desaparecen las cuestas, y me alio con el Dios Eolo, o el conmigo, avanzó a ritmos impensables. Con esto, paso de lejos el primer objetivo puesto en el día para dormir (Hontana), y llego a Castrojeriz, lo que se resume en 92 kilómetros de etapa. Cansado a más no poder, decido no dar muchas vueltas. Necesito una ducha y un sitio donde poder relajarme. Localizó un camping que admite peregrinos y allá que voy. Barato, decente, y con la bici al lado de la litera.
Después de una merecida ducha (creo), no lo puedo aguantar y me echo un rato la siesta, por supuesto después de hacer la colada. Son las 15:45.
Avanzada la tarde, procedo al reconocimiento obligado del pueblo, el cual me sorprende gratamente por la gran cantidad de monumentos que tiene.
Importante: localizo un supermercado para pillar cosas para el desayuno y agua, que ando seco. Aunque es temprano, las 19:45, paso a buscar un garito donde den de comer a un pobre y hambriento bicigrino.
Como ya he dicho en alguna otra ocasión aunque sea de otra manera, los caminos de la gente del Camino (valga la redundancia) nunca se separan del todo, y su lo hacen, se volverán a cruzar. ¿Que por qué digo esto? Porque se cumple. En el bar donde decidí cenar estaba Elena, Claudio y otros dos amigos italianos más. Que cosas... De pensar en cenar sólo, a cenar en buena compañía, pero eso sí, entre-cerrando los ojos con fuerza para intentar entender algo. Es lo que tiene el italiano, que o lo sabes, o te enteras a medias...

1 comentario:

  1. Siempre las cervezas, ahora los callos,.... y la Enena Italiana que aparece. No está mal.

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